lunes, marzo 30

NEPAL-TIBET

NEPAL-TIBET. "Om many padme hum"

31 agosto, 2007, martes.
Kathmandú, Nepal, seis años después.
Ayer, 30, por la mañana temprano iba a recoger el vehículo de alquiler, un VOLVO s-40. Me esperaba Nieves impaciente, nerviosa, entusiasmada. Cogíamos las maletas y salíamos para Madrid repitiendo el ritual que siempre realizamos cuando viajamos fuera. Un momento mágico, un embrujo, una ceremonia que provoca en unas pocas horas un cambio espacial, dimensional. De estar en un mundo con una forma de vida y de pensar a otro completamente diferente y todo en un breve pero intenso lápsus de tiempo.
A las 15 h. 25 m. tomábamos en Barajas el vuelo IB-3172, de Iberia, destino Londres, donde aterrizábamos a las 16 h. 45 m. hora local. Casi seis horas tuvimos que permanecer en tránsito en el aeropuerto londinense, pasando el tiempo dando paseos, tomando refrescos y cenando unos burguer y unas ensaladas que por cierto pagamos a precio de caviar. A las 22 h. 35 m. tomábamos el vuelo GF-8 de la compañía GULFAIR, abanderada por Bahrein y Qatar. A las 7 h. 20 m. de esta mañana aterrizábamos en Bahrein. Tres horas de espera y a las 10 h. 15 m. salíamos rumbo a Kathmandú en el vuelo GF-260 donde llegamos a las 17 h. 40 m.
Nos alojamos en el hotel CROWN PLAZA, un excelente complejo hotelero con restaurantes chino, italiano y continental.
La tarde la hemos pasado descansando en la habitaciòn hasta que hemos bajado a cenar al restaurante italiano Al Fresco. Unas ensaladas, pizza, pasta y una botella de vino francés.

Gulfair, Bahrein




Bhonath, la pagoda más grande del mundo y probablemente la más hermosa












1 agosto, mièrcoles.
Después de un excelente desayuno buffet hemos salido de excursión.
Primeramente hemos visitado la colina de Swayambunath. Apenas recordaba este lugar. Una enorme estupa con más de 2500 años de antigüedad, uno de los primeros centros búdicos del mundo y con unas vistas preciosas del valle. Luego visitábamos Patán, la ciudad donde hace seis años Nieves sufría su primer ataque y teníamos que salir corriendo al hotel sin ver esta ciudad.
La llaman la ciudad de los tejados de oro y es que agrupa un sinfín de templos y pagodas de todos los estilos. El Palacio Real ocupa un lado entero de Durbar Square o plaza principal. La puerta de oro en la fachada principal es bellísima. El Golden Temple, gigantesca obra de orfebrería del s.XII hecha por los artesanos locales durante años. El Kumbeshwar, uno de los últimos templos de cinco pisos. En un momento dado hemos visto desplegarse a un grupo de soldados armados y es que estaban dando escolta al primer ministro de Japón al que he tenido a un metro viéndole con las mangas de la camisa remangadas y fumándose un cigarrillo.
Todo está igual que antes, parece que estuvimos ayer, la misma diosincracia urbana, el mismo caos circulatorio donde los coches van por donde les dá la gana utilizando constantemente el cláxon para abrirse paso. Las vacas por aquí y por allá. La belleza de sus gentes. Aquí en Nepal conviven armónicamente nepalíes, hindúes tibetanos. El país ahora vive en paz. Hace unos meses la guerrilla maoista dejó de actuar y entraron a formar parte del gobierno, a la vez que el rey va perdiendo el poder absoluto.
El grupo en Nepal lo formamos ocho personas. Un matrimonio de Barcelona y sus dos hijos, dos hermanos de Portugal que pronto se separarán porque llevan un programa diferente, Nieves y yo.
De Patán hemos ido al centro de Kathmandú. De esta ciudad, la capital, no conocíamos absolutamente nada. En aquella ocasión Nieves permaneció todo el día en el hotel intentando, en vano, recuperarse. Hemos visto el Kasta Mandap, un templo construído con la madera de un solo árbol y el Palacio de La Diosa Viviente o Kumari-Devi, que hoy no ha podido asomarse a la ventana por encontrarse de ejercicios espirituales. Hemos vuelto al hotel a media tarde. Por la noche nos han dado una charla acerca de algunas precauciones que debemos tomar al llegar a Tibet. Beber al menos cuatro litros de agua diarios para evitar la deshidratación. Tomar un medicamento para evitar el llamado "mal de altura", nosotros vamos a tomar aspirinas porque son vasodilatadoras y permiten una mejor circulaciòn del oxígeno. Evitar esfuerzos innecesarios los primeros días. Y sobre todo, evitar cualquier pronunciamiento acerca de la situación política de Tibet, podría causarnos serios problemas ante las autoridades chinas.







Ver una cremación es algo que no se olvida en la vida









Cremaciones en el río Bagmati, Pasupatinath




2, agosto, jueves
Esta mañana nos preguntaron por lo que queríamos hacer en este día libre. Los catalanes querían sobrevolar el Everest, pero la guía ha dicho que no iba a poderse ver porque está muy nublado. Yo he propuesto ir a visitar los pueblos medievales, opción que ha salido elegida.
Pasupatinah, lugar santo por donde discurre el río sagrado Bagmati y donde incineran y arrojan sus cenizas a los cadáveres. Hemos estado viendo una cremación y los preparativos para otra. Nos hemos fotografiado junto a unos santones. Las escenas que se ven son impresionantes. Ves a las gentes bañándose en sus aguas, lavando sus ropas y todo entre las cenizas de algún cadáver que acaban de incinerar.
Luego hemos ido a la ciudad medieval de Bhangaon, ¡qué bonita! ¡qué ganas tenía de pasear de nuevo por sus calles!. El tiempo parece haberse detenido allí. Sus templos y pagodas son preciosas, sobre todo el Templo de Nyatapola, con cinco techos es el más alto de Nepal. Hemos comprado unos paños de mesa y una pagodita de madera.
Finalmente hemos ido al lugar que más recordaba de este hermoso país: Bhonat.
Bhonat es el lugar que más me ha emocionado en casa cuando recordaba el viaje anterior y escuchaba el "om many padme hum", "bendito sea el que nació entre la flor del loto". La estupa más grande del mundo y probablemente la más bella. Los ojos de Buda mirando a los cuatro puntos cardinales parecían estar esperándonos cuando hemos llegado a la plaza que contiene la estupa. Hemos visitado además un monasterio budista, en el mismo lugar.


Templo de la Diosa Viviente

Patán





Pasear por las ciudades nepalíes es como hacerlo en un cuento...




Bhadgaon



3 , agosto, viernes.
Por la mañana hemos salido al aeropuerto de Kathmandú para tomar un vuelo de AirChina rumbo a Gonggar, Tibet, a 90 km. de Lhasa.
Nos alojamos en el hotel Shambala, en pleno centro de Lhasa, a dos minutos a pié del Jokhang, el monasterio más sagrado de Tibet. Desde la ventana de la habitación, justo en frente, tenemos el Palacio de Potala, la imagen más representativa de Tibet, uno de los motivos para haber llegado hasta aquí. Otro sueño hecho realidad.
Durante el vuelo hemos atravesado los Himalayas y pasado justo al lado de la montaña más alta de la Tierra, el Monte Everest, con la osadía y prepotencia de un gigante que se permite tener a las propias nubes postradas a sus pies y sus ojos tan elevados que otean más cerca que nadie al propio universo, al mismísimo Dios.
Un moderno aeropuerto en medio de la nada nos esperaba al llegar.
Al poco de llegar al hotel y desobedeciendo las normas de permanecer en él unas horas para ir aclimatándonos poco a poco a la altura de Lhasa, 3650 m. hemos salido Nieves y yo a dar un paseo. Virginia al vernos se ha sumando. Ahora seguimos siendo ocho personas. A la separaciòn de los hermanos portugueses se ha sumado un pareja que anda de viaje de novios por estos lares y que viven en Valladolid. Hemos dado un paseo por la plaza donde está el monasterio del Jokhang y por la calle Barkhor. Los fieles agitan sus molinos de oración y muchos practican el Kjangahag, ritual en el que el peregrino se echa al suelo, con el vientre, las manos abiertas y los brazos extendidos. Se levanta y comienza el proceso. Algunos recorren cientos de kilómetros así hasta llegar al monasterio como penitencia para pedir un deseo. Nieves y yo nos hemos quedado solos y hemos buscado un restaurante donde cenar. Pasta, pizza y bebidas por menos de siete euros, 70 yuanes.
Lhasa, como ciudad, es fea. Parece una grandísima base militar. Avenidas muy largas y anchas, gasolineras mastodónticas, plazas desproporcionadamente grandes enfrente de los lugares de interés. Conclusión, todo está preparado para intervenir en caso de un levantamiento popular. En pocos minutos estarían desfilando tanques y aterrizando aviones en sus avenidas. Todas las viviendas de la ciudad son prácticamente iguales y sólo se conservan de antiguo las viviendas que rodean el Jokhang. Frente al Palacio de Potala se encuentra una avenida al más puro estilo occidental: tiendas de moda, hasta un "Play Boy", supermercados y locales de alterne camuflados como salas de masajes, farolas con brillantes luces de neón de colores... provocaciòn china y otro intento de cargarse el pensamiento tibetano.
Al llegar de nuevo al hotel por la noche he estado un buen rato sentado en la cama viendo el Potala iluminado y pellizcándome de vez en cuando para asegurarme de que todo eso no era un sueño.
4 agosto, sábado.
Casi todo el grupo se encuentra ya fastidiado por una u otra razón, unos con dolores de cabeza por lo de la altura, otros con la tripa por algo que les ha sentado mal, Nieves dice tener una presión en el pecho... yo de momento huyo de todo esto y me encuentro perfectamente, eso sí, noto cansancio sólo de mover una maleta.
Esta mañana hemos visitado el Monasterio de Drepung. Dicen que probablemente es el monasterio budista más grande del mundo y es que en verdad parece una auténtica ciudad monástica. Se encuentra a 11 km. de Lhasa. Ahora viven en él 300 monjes, pero llegaron a hacerlo 10.000. Fué Sede del Estado Mayor de los Gelupka, gorros amarillos forrados de rojo. Patios preciosos y callejuelas de aspecto medieval.


Monasterio de Drepung



Después de comer en un restaurante local hemos visitado el Norbulingka o residencia de verano del Dalai Lama. Como curiosidad aquí se encuentra el primer cuarto de baño moderno que se instaló en Tibet.
Finalmente hemos ido al Monasterio de Sera, el segundo mayor de Tibet donde hemos visto un curioso "torneo oratorio" en el que grupos de jóvenes monjes debaten un determinado tema bajo la atenta mirada del lama.
Monasterio de Sera




Torneo oratorio


Los monasterios que hemos visto permanecen intactos al paso del tiempo, apenas han sufrido transformaciones en siglos. Son muy oscuros en su interior, muy propio para la meditación, a veces muy recargados con imágenes de Buda, pues los hay de todo tipo: buda del futuro, buda del pasado, buda meditando, buda reclinado... Resulta incluso tétrico en esa penumbra y las lamparillas de manteca de jak le dan un cierto aire mágico. La atmósfera es irrespirable, muy densa, todo huele a manteca de jak. Si cada país tiene un olor característico, Italia huele a orégano, la India a curry, Egipto a comino, Tibet huele todo entero a manteca de jak.
La temperatura es muy agradable, unos 20-25 grados durante el día, refrescando por la noche. Es de los pocos sitios que recuerdo no haber sudado en verano.
Después de descansar un rato en el hotel Nieves y yo hemos bajado a dar un paseo por el Jongkang. Hemos comprado algunos molinos de oración y banderitas tibetanas, así como una maleta cuyo cierre se nos rompió. Luego hemos quedado con el grupo para ir a cenar. He comido chuletón de jak, riquísimo, duro como una piedra, negro como el carbón pero con un sabor exquisito. Tambièn he comido momos, unas bolsitas de pan rellenas con carne picada de jak.

Vuelo al Tibet

El Everest desde el aviòn

Nieves con el Potala al fondo


Y yo sostenièndolo




En los monasterios casi se vive como en el medievo


Jamás podìa imaginar que mis ojos verìan el Potala

Nieves junto a unas banderitas de oraciòn.

Mujer tibetana con el molinillo de oraciòn

La sonrisa es algo permanente es los monjes


Monasterio de Jokhang y el Palacio del Potala enfrente


Mujer practicando el Kjangahag


Nieves y yo en el monasterio de Jokhang, el más sagrado del Tibet
Monasterio de Jokhang


5 agosto, domingo.
Llegó el día soñado, el día en el que el sueño se hace realidad. Esta mañana hemos visitado el Palacio de Potala, del sánscrito Bodala o "montaña de Buda". Por si alguien tenía alguna duda estamos en territorio chino, como así nos lo han recordado las autoridades. Hemos sido cacheados, nuestras mochilas escaneadas, pasaporte en mano y autorizaciòn del gobierno para poder acceder al recinto.
Dicen que tiene falso aspecto de un castillo de naipes, cierto, 118 m. de altitud que equivalen a un edificio de 30 plantas, 400 m. de ancho. En el s.IX Songtsen Gampo, primer soberano tibetano, hizo construir un primer palacio. En el s.XVII fué reconstruído por el quinto Dalai Lama. El Dalai murió antes de su finalización. Un monje que se le parecía se hizo pasar por él ocultando el cadáver temiendo que se pudiesen paralizar las obras. Así se llegó hasta los trece pisos. Prácticamente no ha sufrido ninguna modificación. Se distingue el Palacio Rojo, edificio central de forma cuadrada, y el Palacio Blanco, que sirve de recinto. En el Palacio Rojo se visitan las dependencias del Dalai Lama que parecen esperar su regreso. Las tumbas de los Dalais son impresinantes y de gran belleza.
El Palacio Rojo es símbolo de poder y autoridad. Por dentro es muy oscuro, alguna lamparilla de jak que los fieles rellenan sacando con una cucharilla la manteca del interior de unas bolsas que traen con ellos.
Por la tarde hemos visitado con la guía el Monasterio del Jokhang. Quizás 2000 fieles esperaban sentados en el patio central para la oraciòn agitando sus molinillos de oración. Los lamas que iban a presidir la ceremonia a través de un circuito cerrado de televisiòn por su apariencia no me han parecido que pasasen todo el día con un junco de arroz precisamente. Muchas religiones, aunque el budismo sea más bien una filosofía, una forma de vivir, se basan en controlar a las masas prometiéndoles un paraíso más allá de la muerte o una reencarnaciòn más digna según los casos, a cambio de llevar una vida lo más austera posible. Preocupémosnos por mejorar las condiciones de esta vida que es lo único que conocemos y luego ya veremos. Con todo esto no niego la existencia de un Dios, una fuerza que invade todo el Cosmos, que está en todas partes, pero que probablemente somos incapaces incluso de imaginar.
En Tibet es sabido que está prohibido por parte del gobierno chino exponer fotografías del Dalai Lama. Actualmente en los monasterios solo se exponen fotos del Pancham Lama, que reconocen los chinos. La historia es más o menos como sigue. Cuando el actual Dalai Lama salió al exilio, en China como maestro espiritual budista estaba un Pancham. Tras producirse la invasiòn del Tibet los chinos esperaban que su Pancham aprovase esta decisiòn, pero no fué así. El Pancham fué encarcelado y al poco de su liberaciòn murió en extrañas circunstacias. El actual Dalai Lama reconoció en un niño chino a la reencarnación del Pancham. El niño fué rápidamente encarcelado y aún hoy sigue en paradero desconocido. En su lugar pusieron a otro niñó nacido en el seno de una familia afín al gobierno chino.

6 agosto, lunes.
Dejamos Lhasa definitivamente y esta mañana hemos salido rumbo a Gyantse recorriendo 250 km. En ruta hemos visitado el Lago Turquesa, uno de los más grandes del Tibet. Durante el viaje nos han tenido retenidos más de tres horas en un pueblecito debido a que se esperaba el tránsito de una muy alta autoridad china y por ello cortan todas las carreteras. El séquito estaba formado por una veintena de todo terrenos de lujo y cerrado por una ambulancia por si algún miembro sufría alguna indisposiciòn.
  Nos alojamos en el hotel Jian Zaug, modesto y con una habitaciòn muy pequeña.







7 agosto, martes.

  Por la mañana hemos visitado el monasterio de Kumbun o Phago Chhorten. El Chhorten es del s.XV y tiene siete pisos con terrazas y descolgamientos. Tiene forma piramidal y los dos ùltimos pisos son cilìndricos. Es de los edificios más bellos que hemos visto. El monasterio cuenta con la misma personalidad que los anteriores, es decir, oscuros y con olor a manteca de jak. Lugares propios para la meditaciòn, para alcanzar la iluminaciòn...
  De nuevo hemos salido a la carretera, si se puede llamar así a esto. Nos esperaban 90 km. para llegar a Shigatse. Caminos de piedras, baches, cruzamos riachuelos, un puente recièn desprendido, media vuelta y a buscar otro camino.
  Nos alojamos en el hotel Shigatse, con mucho el mejor de los que hasta ahora nos hemos alojado en Tibet. Está decorado por completo con arte tibetano. La habitaciòn parece el interior de un monasterio, hasta tiene un buda dentro de una vitrina. Las camas son dos tablas de madera en cada pared y con las sábanas y mantas dobladas para hacèrtela tú mismo. Precioso. Hemos cenado en un restaurante local.

Monasterio de Kumbun o Phago Chhorten

  Al llegar a Shigatse hemos visitado el monasterio Tashilhunpo, uno de los cuatro grandes de Tibet. Contiene el Palacio del Panchan Lama y el Templo de Maitreya, con un Buda del futuro de 27 metros de altura. Impresionante. El monasterio parece tambièn una ciudad monacal.

8 agosto, mièrcoles.

  Hoy hemos estado todo el día de viaje circulando por carreteras no aptas para cardiacos. Hemos alcanzado la màxima altura de todo el viaje, 5.250 metros, casi nada si lo comparamos con nuestro hàbitat natural. En esa cima hemos construìdo un montìculo de piedras para solicitar el favor de los dioses.
  Ibamos a dormir en Shegar, pero los miembros del grupo quieren ver lo màs cerca posible el Everest y la guìa ha cambiado la ruta ofrecièndonos ir a dormir a Tingri donde mañana si está despejado podremos casi tocar la montaña màs alta de la Tierra.
  El lugar en concreto se encuentra dentro de un parque natural y para acceder al mismo hay que pasar por un puesto de control chino. Nos han tenido retenidos dos horas. Resulta que la guìa no tenía algún papel en regla y sin mediar palabra se ha subido al minibus y se ha marchado dejàndonos tirados en esa especie de comisaría china en Tibet.
  No tenìamos agua ni ropa de abrigo, pues todo iba en el minibus. Las mujeres comenzaban a tener frìo. He tenido ganas de orinar y cuando he llegado a los baños ¡horror...! era imposible entrar allí. Creo que no los habìan limpiado en la vida. He decido hacerlo en un descampado y los guardias me han echado el alto y lo han impedido. Como ya no podía aguantar más he cerrado los ojos, me he puesto dos toallitas perfumadas en la nariz y ¡a mear!
  Tanto tardaba en llegar la guìa que hemos telefoneado a la agencia de viajes del matrimonio de Barcelona para que tuvieran constancia de nuestra situaciòn y enseguida se han puesto en contacto con un grupo de Portugal para que nos viniesen a rescatar si la cosa se demoraba. De nuevo la buena chica regresa sin mediar palabra y al bus de nuevo.  Lo de la guìa es un capìtulo aparte, vale, estamos en Tibet pero es que no tiene ninguna preparaciòn para esto. No habla nada de castellano, lògico, pero solo un poco de inglès. Nos ha dejado ya tirados varias veces, alguna vez hemos tenido que regresar al hotel desde algùn monasterio andando o en taxi porque no ha venido a buscarnos despuès de la visita argumentando que habìa que cambiar los neumàticos, o que se habìa roto una ballesta. Bueno, esto forma parte del viaje y ¡estamos en Tibet!. Es algo fundamental que siempre pongo en uso y es no llevar conmigo las ideas de occidente. Son mundos diferentes, culturas distintas donde las prisas no existen.
  Llegamos a Tingri, un autèntico poblado al estilo del màs puro oeste americano. Una calle principal de piedras, animales sueltos de aquì para allá, camiones en tránsito cargados de mercancìas y por fìn nuestro ansiado y deseado hotel...¿pero esto es un hotel?. Un patio de barracones adosados, el nuestro es el número 17. La puerta de madera llena de astillas, en vez de cerradura hay un candado que deja la puerta entreabierta. No hay baño ni agua. Una bombilla colgada de un madero que se enciende tirando de una cuerdecilla. A las doce de la noche cortan la luz. Dos camas sin hacer, de hierro oxidado. Extiendo una sábana y en su interior yacen unas cuantas moscas axfisiadas. El suelo es de tierra con algo de cemento por encima intentando en parte ser ocultado por una mugrosa moqueta. La habitaciòn es tan pequeña que Nieves a la media vuelta se hace un siete en el pantalòn, no sòlo eso se hace una pequeña herida en la pierna y ràpidamente a desinfectar con lo que llevamos siempre en el botiquìn cuando salimos de viaje. La ventana en vez de cortinas tiene unas bolsitas de plàstico. Nieves se orina, coge una palangana que hay en un rincòn de la habitaciòn, la llena y luego como en el medievo, a tirarla afuera ¡agua va!. Salimos a cenar.
Comedor restaurante en Tingri. Al fondo vemos el gatito dando buena cuenta de las sobras
Nuestra guìa junto a nuestro barracòn en Tingri ¡Impresionante!


Nuestra habitaciòn en Tingri.
  Entramos en la taberna que hay justo al lado del hotel, bueno lo de eso. Casi no se ve por el humo que despiden los cigarrillos que fuman los nativos. Estàn sentados en bancos de madera pegados a la pared. Las mesas están llenas de latas de cerveza vacìas y algún vaso de tè. Subimos al comedor que está en el piso de arriba. Lo hacemos a través de unas escaleras de madera como las que tenìamos en casa portátiles antes de venderse las de aluminio, amenazan con hacerse añicos en cualquier momento. Nieves no quiere ni cenar, está impresionada. Un gato lame los restos que cuatro turistas italianos acaban de dejar. Me pido pollo con pimientos verdes. ¿Dònde está el pollo?, un puñado de huesecitos con algo de piel. Espero llegar de nuevo a nuestra habitaciòn para dar buena cuenta de nuestro kit de supervivencia que llevamos siempre con nosotros para momentos extremos como es este. Abrimos unos sobres envasados al vacìo de jamòn ibèrico, chorizo y queso y un paquete de pan tostado.

9 agosto, jueves.

  La noche que pasamos es horrible, inolvidable. Nieves se acuesta con la ropa del dia anterior para evitar en lo posible el contacto con las sábanas antes llenas de moscas axfisiadas. Nos sometemos a una autèntica tortura de concierto de chuchos que no paran de ladrar en toda la bendita noche. Al levantarnos necesito un baño. Salgo al comunitario. Me asomo a través de una portezuela y veo como un oriental evacua felizmente sobre un agujero en el suelo. El olor es indescriptible. Vuelvo corriendo a la habitaciòn y orino en una botella que luego arrojo a un bidòn de basura.

  Hemos salido a desayunar a la cantina de ayer noche. A continuaciòn hemos ido hasta un puente a las afueras de Tingri desde donde se supone que se ve el Everest como ningùn otro sitio. Mira por donde está nublado, como casi siempre en esta època del año. Apenas entre un claro distinguimos la majestuosa montaña. Todo el sacrificio de esa noche sòlo para esto.
  Nos ponemos rumbo a Zhangmu. Todo el día en la carretera, viendo paisajes espectaculares, sobrenaturales, con las montañas de los Himalayas. Hemos visitado un poblado donde sobreviven por así decirlo un grupo de tibetanos autènticos. Hemos atravesado puertos con màs de 5.000 metros de altitud y hasta planicies completamente desèrticas y con dunas.
  Algunas carreteras están en obras. Los obreros duermen a pie de obra en tiendas de campaña.
  En un momento dado he pensado que habìa llegado nuestro final. Teniendo el precipicio al lado de la misma rueda izquierda el minibus se ha quedado clavado en un boquete y se ha inclinado tanto que ha punto hemos estado de caer cientos de metros de altura por un precipicio. Sòlo se me ha ocurrido gritar como algo instintivo y de pura supervivencia que todos nos fuèsemos a las ventanillas del lado derecho para contrarestar el peso.
  Ha llovido, luego se ha echado una intensa niebla. No se veìa absolutamente nada. Por fìn y milagrosamente llegamos a Zhangmu.
  Nos alojamos en el hotel Zhangmu, infinitamente mejor que el de Tingri, a pesar de que en España sòlo serìa una humilde pensiòn. Cenamos en un restaurante local por donde a juzgar por las banderitas que tenìan colgadas han pasado numerosas expediciones desde alpinistas del Paìs Vasco hasta seguidores del Liverpool.

10 agosto, viernes.


Interior de un monasterio budista. Autèntica ciudad monacal





El Potala visto desde la habitaciòn del hotel



Niños tibetanos comiendo unos bollitos que les habìa llevado nuestra guìa


Pueblo tibetano


Mucha gente sigue siendo nòmada


Yo fotografiàndome junto a un jak
  De nuevo todo el dìa en carretera camino de Kathmandú, Nepal. Los paisajes son idìlicos. Al cruzar la frontera hemos tenido que cambiar de bus. Decenas de niños nos esperaban para poder portear ellos mismos nuestras maletas y asì llevarse un dinerillo. Llegamos de nuevo al hotel Crowne Plaza, ¡esto son vacaciones de verdad!

11 agosto, sábado.

  La familia de Barcelona y la pareja de Valladolid se han ido esta mañana a sobrevolar el Everest. Nieves y yo hemos preferido andar por nuestra cuenta y recorrer aquellos sitios que tanto nos gustan de la ciudad. Hemos visitado de nuevo el centro de Kathmandú y luego en taxi hemos ido hasta el lugar que tanto nos atrae, que tanto nos pone los pelos de punta, Bhonath, donde se encuentra la pagoda màs grande del mundo y probablemente la màs bella. Me he emocionado cuando grababa y ponìa fin al vídeo escuchaba de fondo el "Om many padme hum", "bendito sea el que naciò de la flor del loto". Es un lugar mágico que no sé encima de què está edificado pero que me atrae desde la distancia. Hemos comprado en la plaza algunos molinillos de oraciòn.





12 agosto, domingo.

  Por la mañana hemos salido a acompañar a la pareja de Barcelona a comprar fulares cerca del hotel. Ha estado todo el rato lloviendo, como si Nepal llorase nuestra pronta partida. Luego hemos estado dejando pasar el tiempo hasta la hora de salir al aeropuerto. A las 20 h. 30 m. dejaremos Nepal para salir rumbo a Bahrein, Londres, Madrid.

  Se acabaron las vacaciones de este 2007. Un viaje increìble. Un viaje en el que he podido ver hasta donde me lo han permitido la enorme pobreza y opresiòn que sufre el pueblo tibetano. Ahora desde España y con absoluta libertad puedo gritar eso de ¡TIBET LIBRE!